Ambiente Turismo 

Ukumarí cerró 2025 con 385.000 visitantes, $15.300 millones en ingresos y crecimiento de doble dígito

En un entorno de inflación anual de 5,3 % y costos operativos al alza, el bioparque fortaleció su desempeño con aumentos del 64 % en precompras, del 97 % en convenios comerciales y una operación que hoy cuida 561 animales de 89 especies, apoyada por un crecimiento del 99 % en su línea educativa.

El Bioparque Ukumarí cerró 2025 con un balance que confirma la consolidación de su modelo de sostenibilidad financiera y ambiental, en un año marcado por un contexto económico exigente. Mientras la inflación anual en Colombia se ubicó en 5,30 % a noviembre, último dato disponible del DANE a 23 de diciembre, y las tasas de interés se mantuvieron en niveles altos durante buena parte del año, el parque logró aumentar tanto la demanda de visitantes como la generación de ingresos propios.

Durante el año, Ukumarí recibió cerca de 385.000 visitantes, lo que representó un crecimiento del 21 % frente a 2024. Este mayor flujo se reflejó en una taquilla superior a los $15.330 millones, con un aumento interanual del 33 %. En promedio, cada visitante aportó cerca de $40.000, recursos que financian parte de los costos diarios de la operación, como alimentación especializada, atención veterinaria, mantenimiento de hábitats, bienestar animal y personal técnico.

Para Raúl Murillo, gerente del bioparque, el balance del año ratifica que la conservación puede gestionarse con criterios de sostenibilidad económica. “El crecimiento en visitantes e ingresos muestra que es posible operar con recursos propios y, al mismo tiempo, cumplir la misión ambiental y educativa. Ese equilibrio es el principal logro del año”, señaló.

El desempeño no se explicó únicamente por temporadas altas. En 2025, las precompras con agencias de turismo crecieron 64 % y los convenios comerciales aumentaron 97 %, lo que permitió mayor previsibilidad financiera y una planeación más estable de la operación a lo largo del año. Este avance se dio en un entorno favorable para el turismo: según cifras oficiales del DANE, el gasto del turismo receptor en Colombia pasó de $46,5 billones en 2023 a $49,2 billones en 2024, un crecimiento del 5,6 %, lo que refleja una recuperación gradual del sector.

Ukumarí se consolidó así como uno de los principales activos de turismo natural en Pereira y el Eje Cafetero. Las experiencias que promueve el Bioparque están  organizadas en tres recorridos —Sabana Africana, Matecaña y Bosques Andinos—, incluye especies de alto interés para el público y explica la afluencia sostenida de visitantes. Desde su apertura, más de 3,3 millones de personas han pasado por el parque, un alcance que también exige una operación cada vez más robusta.

“Cada visitante con su aporte; también dinamiza otros sectores de la ciudad, como hoteles, restaurantes, transporte y comercio”, explicó Murillo. En línea con ese impacto, el bioparque participó durante 2025 en ferias nacionales e internacionales de turismo y en misiones comerciales en ciudades como Bogotá, Cali e Ibagué, con el objetivo de diversificar mercados y sostener la demanda en un entorno competitivo.

Conservación con gestión, innovación y visión de largo plazo

El crecimiento económico se apoya en una operación ambiental especializada. Al cierre de 2025, Ukumarí albergaba 561 animales de 89 especies, muchas de ellas rescatadas del tráfico ilegal o de situaciones de riesgo. Esta condición refuerza su papel como centro de conservación y bienestar animal, pero también implica costos permanentes que no dependen del número de visitantes.

Durante el año, el parque asumió la llegada de nuevos ejemplares rescatados, como Dana[1] , una osa de anteojos adulta de 22 años, y Fura, un osezno proveniente de Boyacá. También fortaleció la atención a grandes felinos con la adecuación de hábitats para Chaac, un jaguar macho rescatado del tráfico ilegal en Cúcuta, y Milagros, una jaguar hembra con una condición metabólica ósea derivada de la desnutrición temprana. Estos casos reflejan la capacidad técnica del parque para atender situaciones complejas y ampliar su impacto en la protección de la fauna silvestre.

En paralelo, se registraron nacimientos de varias especies y se realizaron procedimientos veterinarios especializados, entre ellos una cirugía de cataratas a un águila real de montaña de 45 años, considerada un hito por especialistas. “Invertir en ciencia y bienestar animal no siempre se refleja de inmediato en ingresos, pero fortalece la sostenibilidad del modelo en el largo plazo”, afirmó Murillo.

La educación ambiental fue otro pilar del balance. En 2025, esta línea creció 99 %, impulsada por campañas como ‘La Conservación Deja Huella’ y ‘La Voz del Bosque’, orientadas a sensibilizar sobre el tráfico ilegal de fauna y la protección de los ecosistemas. Para la administración, estos programas son una inversión estratégica que reduce riesgos futuros y fortalece la relación con la comunidad.

Ukumarí también reforzó su posicionamiento técnico y académico. Fue sede del Segundo Congreso Internacional de Cuidadores de Fauna Silvestre, realizado entre el 10 y el 14 de noviembre, que reunió a cerca de 100 expertos con el apoyo de la American Association of Zoo Keepers. Estos espacios fortalecen redes de cooperación y abren oportunidades de intercambio de conocimiento.

En innovación, el parque avanzó en proyectos clave para diversificar las experiencias y sostener la demanda, como el desarrollo de la zona Amazonas, incluida en su plan maestro con 19 exhibidores, y la puesta en marcha de OKÚA, presentado como el primer jardín biosonoro del mundo, que integra ciencia, arte y tecnología.

El cierre de 2025 también incluyó decisiones estratégicas, como el traslado de Yoko, el último chimpancé bajo cuidado humano profesional en Colombia, a un santuario especializado en Brasil, y la despedida de Jazmín, la única hiena en el país, procesos que reflejan una gestión responsable de los ciclos de vida animal.

El balance del año deja un mensaje claro: Ukumarí no solo creció en visitantes e ingresos, sino que consolidó un modelo de conservación sostenible con impacto económico, social y ambiental, demostrando que la biodiversidad, bien gestionada, puede convertirse en un activo estratégico para el desarrollo regional.

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